La falta de empatía

Falta de empatía
Mediaphotos / Getty Images

La falta de empatía implica una incapacidad o dificultad para salir de uno mismo y ser capaz de ser consciente, entender o sentir lo que está experimentando otra persona, especialmente aquellas personas que sienten, piensan o actúan de modos diferentes a los tuyos. Esta incapacidad para ponerse en la piel del otro da lugar a problemas y conflictos con los demás, malentendidos, problemas de comunicación y actitudes negativas (incluyendo el desprecio o el odio) hacia grupos de personas que son diferentes o que no pertenecen a nuestro grupo (por ejemplo, personas con creencias, tradiciones, culturas, ideología o estilos de vida diferentes al tuyo).

La persona poco empática vive inmersa en su propia realidad e ignora el mundo de los demás, sus problemas y sus sentimientos. Por ejemplo, un hombre no era capaz de entender que su pareja se quejara de que no le ayudaba en el cuidado de los niños ni de la casa. Él decía que los fines de semana eran para dedicarse a sus entretenimientos y que, al llegar a casa por las tardes, tras el trabajo, tenía derecho a no hacer nada porque estaba cansado. No parecía tener en cuenta el hecho de que ella llegaba igual de cansada y, a pesar de eso, se ocupaba de los niños y la casa sin poder descansar apenas. Él solo pensaba en sus propias necesidades y deseos, que parecían estar por delante de los de su esposa y sus hijos.

Otras personas tal vez tengan más en cuenta las necesidades de sus familiares más cercanos pero les resulta indiferente todo lo demás: el resto de las personas, el medio ambiente, los animales… Piensan que ya tienen más que suficiente con ocuparse de sí mismos en “este mundo complicado donde hay que ganarse la vida cada día”. Siempre tienen escusas, como “ese es su problema”, “yo no estaré aquí dentro de 100 años”, “esos inmigrantes son todos delincuentes”, “o engañas o te engañan”… Pueden reconocer que son egoístas o que no les importa apenas nadie más que ellos pero lo justifican diciendo que los demás son también así, demonizando a grupos distintos al suyo.

Para sentir empatía es necesario salir del propio mundo y entrar en el de la otra persona; implica ponerse en su piel y experimentar sus emociones, problemas, deseos, aspiraciones. La empatía es lo que permite, por ejemplo, a un ateo decir: “No creo en la existencia de ninguna deidad pero entiendo que tú creas porque puedo ver lo que te aporta y lo que te hace sentir”. Por este motivo, la empatía crea una conexión emocional entre las personas que va más allá de nuestras ideas o creencias y nos conecta con quienes somos de verdad.

Falta de empatía y trastornos psicológicos

La falta de empatía es una de las características de ciertos trastornos de la personalidad, como el trastorno narcisista, el antisocial o el límite.

A estas personas no les interesan los sentimientos o pensamientos de los demás, a no ser que coincidan con los suyos propios. Por ejemplo, una persona así podría enfadarse con su pareja si esta se pone enferma y eso interfiere en sus planes.

Cuando tratas de explicarle cómo te sientes y por qué te ha dolido algo que ha hecho, no solo no empatiza contigo sino que puede llegar a darle la vuelta a todo lo que dices intentando culparte a ti de herir sus sentimientos y echándote la culpa de todo o llamándote egoísta hasta confundirte e incluso hacerte pensar que eres tú quien se ha portado mal. Es decir, empiezas sintiendo que han herido tus sentimientos y te acabas disculpando por haber herido tú los suyos. Cuando esto se repite una y otra vez, es un claro indicio de que estás con una persona con una gran falta de empatía.

Página siguiente: Empatía de cero a seis

Empatía de cero a seis

La falta de empatía no es necesariamente algo que se tenga siempre o nunca, como ocurre con los trastornos psicológicos de los que hablábamos antes, donde se experimenta esta ausencia de empatía de manera habitual.

Simon Baron-Cohen, profesor de la Universidad de Cambridge y autor del libro Zero Degrees of Empathy: A New Theory of Human Cruelty define la empatía como una variable continua que divide en seis grados. Explica en su libro que una persona en un nivel 2 de empatía (es decir, bastante poco empática) “va por la vida diciendo cosas totalmente equivocadas (por ejemplo, “Has engordado”) o haciendo las cosas equivocadas (como invadir el espacio personal de los demás)”. Explica también que es posible que una persona tenga un grado cero de empatía y, a pesar de eso, estar bien adaptada en la sociedad porque tiene un estilo de vida que no afecta negativamente a los demás. Por ejemplo, un científico que se dedica a su trabajo en un laboratorio sin interactuar demasiado con otras personas.

En el otro extremo, la persona con el nivel máximo de empatía (nivel 6) sería alguien con una alta capacidad para saber lo que otros sienten y piensan hasta el punto de llegar incluso a sentir el dolor de los demás como si fuera propio. No obstante, es más frecuente tener una falta de empatía que un exceso.

La empatía como opción

Salvo para las personas que se encuentran en los extremos, la empatía es una capacidad que pueden usar o dejar de usar si así lo desean. Por ejemplo, si una persona de otra raza te agrede, podrías experimentar rechazo hacia los miembros de esa raza y no sentir ninguna empatía al ver a uno de ellos sufrir. Pero una vez que se te pasa en enfado, podrías recapacitar, si así lo decides, y llegar a la conclusión de que todos no son iguales y hay buenas y malas personas en todas las razas. Eso podría permitirte recuperar tu empatía hacia ese grupo de personas.

Igualmente, una persona estresada, cansada o enferma puede mostrar menos empatía de lo habitual.

Por tanto, no todas las personas que muestran falta de empatía son, necesariamente, incapaces de sentirla sino que, por algún motivo, como malas experiencias, influencia de otras personas o ciertas circunstancias pasajeras, han decidido suprimirla o bloquearla, bien a nivel general o bien en lo que respecta a determinados grupos, personas o animales. Por ejemplo, las personas que defienden el toreo no sienten ninguna empatía hacia ese animal al que el torero está torturando hasta matarlo cruelmente; por tanto, no sienten su dolor y no les importa verlo sufrir. Han bloqueado su empatía por completo hacia el toro. Obviamente, en algunos casos, se trata de personas sádicas, pero en muchos casos son personas totalmente capaces de sentir empatía hacia otras personas o animales.

Aprender a ser más empáticos

Dado que la empatía es también una opción, todo el mundo puede aprender a ser más empático cuando se les somete a una educación o intervención adecuada, incluso aquellas personas con niveles generalmente bajos. No obstante, es muy difícil que una persona con un nivel de empatía cero, como los agresores sexuales o pedófilos, sean capaces de cambiar.

¿Por qué se produce esta falta de empatía?

Según las investigaciones de Baron-Cohen, puede haber varios factores determinantes. Por ejemplo, cuanta más testosterona genere un feto en el útero de su madre, menos empático será después de nacer. Esta influencia de la testosterona puede ser el motivo por el que las mujeres suelen ser más empáticas que los hombres.

Los genes también pueden ejercer una influencia. Y por supuesto, las experiencias que vive una persona en su infancia y a lo largo de su vida, como las experiencias de negligencia y abuso.