Leer la mente

La capacidad para saber lo que piensan y sienten los demás

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La capacidad para saber lo que piensan y sienten los demás puede ser fundamental a la hora de tener relaciones satisfactorias, porque nos permite ver más allá de las palabras, entender ciertos gestos o expresiones y saber cómo le está afectando a la otra persona lo que estamos diciendo o haciendo.

Algunas personas parecen tener una capacidad especial para "leer" a los demás y ajustan su relación con la otra persona a lo que ven en ella. Saben si estás nervioso, si el tema de conversación que han iniciado te molesta o incomoda, si tienes ganas de marcharte, si hay algo que te preocupa, si te sientes bien o mal… Pueden incluso adivinar lo que vas a decir antes de que termines de decirlo.

En realidad, cada vez que nos relacionamos con alguien tenemos que adivinar gran parte de lo que está pasando en la interacción. Para ello, recurrimos a la información y experiencia previa, a la observación de lo que está pasando, a nuestro propio razonamiento o a nuestras emociones para intentar leer al otro de manera correcta. Pero a pesar de eso, los malentendidos son frecuentes y demasiado habituales.

El "arte" de adivinar lo que pasa por la mente de los demás nos ayuda a tener relaciones más satisfactorias, a negociar con más éxito, a cooperar, a entender mejor a la otra persona y sus emociones y a sentirnos más cerca de él o ella. Es decir, nos ayuda a ser empáticos y amables. Además, nos permite darnos cuenta de engaños y manipulaciones o saber cuándo alguien nos quiere seducir o juega con nosotros.

Es una habilidad que forma parte de la inteligencia social. La persona con poca capacidad para leer a los demás va a tener más problemas con ellos, habrá más malentendidos y confusiones en sus relaciones y se sentirá más alejado de los demás. Puede haber también conflictos y discusiones cuando haces atribuciones negativas e irreales del comportamiento de la otra persona por no saber leerla correctamente.

¿Somos buenos leyendo a los demás?

Por desgracia, la mayoría de las personas no son especialmente buenas leyendo mentes. Los extraños consiguen una exactitud de un 20%, los amigos cercanos se leen el uno al otro con una exactitud de un 35% y casi nadie supera un 65%, según el psicólogo William Ickes, especialista en el estudio de la empatía.

Y estos resultados no son extraños si tenemos en cuenta la gran complejidad del ser humano. A veces puede ser más fácil saber lo que quiere tu perro o gato, aunque no hable, que lo que quiere tu pareja, incluso aunque hable. Las personas no solo podemos querer muchas más cosas y de mayor complejidad de lo que puede desear un perro o gato, sino que, además, hemos aprendido a ocultar nuestras emociones, mentir, engañar, manipular y usar el lenguaje no verbal para llevar a cabo esos engaños. A veces no queremos que los demás sepan lo que sentimos o pensamos porque pueden usarlo para perjudicarnos. Por tanto, vivimos en una especie de tira y afloja entre nuestra necesidad de ser sinceros y mostrar quienes somos para tener relaciones más satisfactorias, y la necesidad de escondernos para protegernos o para conseguir ciertos privilegios.

Según Daniel Siegel, profesor de psiquiatría de la UCLA y autor del libro The Mindful Brain, nuestra capacidad para leer a los demás está en declive debido a que los padres pasan demasiado tiempo buscando actividades estructuradas para sus hijos, juguetes ruidosos o vídeos educativos pero dedican menos tiempo a interactuar con ellos. El niño que pasa más tiempo con máquinas que con personas no está aprendiendo a estar en sintonía con los demás, ni mental ni físicamente.

¿Cómo "leemos" a los demás?

Cuando queremos leer a los demás debemos estar atentos a sus palabras, pero también a su lenguaje corporal, su expresión facial, sus ojos, el tono de su voz, su postura. Observando todo eso tenemos la información necesaria, pero no es suficiente, pues también es necesario saber interpretar toda esa información correctamente y eso se consigue con la experiencia y la práctica.

Las personas con mayor capacidad para leer a los demás son buenas con las microexpresiones, que son expresiones faciales que apenas duran un instante pero que dicen la verdad de nosotros porque apenas se pueden ocultar. No obstante, son expresiones relámpago que pasan desapercibidas para la mayoría de las personas.

Pero nuestra capacidad para leer a los demás puede verse mermada por nuestro propio pasado: experiencias en la infancia, prejuicios, recuerdos, inseguridades. Por ejemplo, si temes el rechazo de los demás, es posible que percibas rechazo donde no lo hay. Si has aprendido a ser desconfiado, puede que desconfíes de una persona sin motivo alguno. Los niños criados en familias violentas pueden ser especialmente sensibles a la agresividad y ver conductas agresivas donde no las hay.

Pero para leer a los demás también hace falta saber leernos a nosotros mismos, tener una idea acertada de nuestro propio estado mental y darnos cuenta de cuándo, por ejemplo, esa tensión que sientes se debe a que tu interlocutor está tenso y lo estas percibiendo, o bien es debida a un motivo que nada tiene que ver con la otra persona.

De hecho, las personas que son buenas interpretando a los demás pueden darse cuenta incluso de que estás sintiendo algo de lo que no eres consciente. Pueden percibir, por ejemplo, ese sentimiento de tristeza que tú mismo tratas de negarte y, de ese modo, ayudarte a ser más consciente de ti mismo.

En general, las personas que mejor leen a los demás tienen una inteligencia alta, un alto nivel de estudios, una mente abierta y una buena salud mental.